lunes, 17 de diciembre de 2007
COMUNIDAD LITERARIA VIRTUAL
Un nuevo encuentro de la comunidad literaria virtual se realizó este domingo 16 en la fundación TPH. Con una lectura literaria y un cóctel se cerro el evento que duró siete horas. Entre los escritores que pertenecen a esta comunidad encontramos a; Javier Bello, César Valdebenito, Rodrigo Palominos, Francisco Javier Parra, Camila Varas B., Marta Tapia, Maritza Martinez, Roberto Garay, Marisol Montero, María Fierro, etc, etc...
SALUDAMOS A LA QUE FUE DESIGNADA EN FORMA DEMOCRATICA POR EL GRUPO PARA ADMINISTRAR LA COMUNIDAD VIRTUAL Y LE BRINDAMOS TODO NUESTRO APOYO CAMILA BARAS B.
Por otro lado la comunidad literaria virtual desea felicitar a Javier Bello por el Premio Pablo Neruda 2007.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
JOSÉ GALDAMES
LUGAR NATAL
Paso a paso las piedras se vuelven calles
el verde exhala un…..” aire fantasmal”.
Extraigo de la tierra treinta años
pupilas buscaron sin encontrar
solo nostalgia, llanto interno
deseaba una historia nueva
cubriéndome y respirando entre ellos.
En tus entrañas de nuevo
me embriagas, sonríes
persiste tu aroma natal.
MARTES
Circulo amigable
semanario esperado
textura de risas
pinceladas de ímpetu
parto de versos
discrepan, coinciden
me lleno de ideas
disfruto ¡como disfruto!
la novena lo dibuja como línea
un cigarrillo me consume
pasos te observan
mi espalda te abraza.
ARBOL VIEJO
Grietas en el rostro
anillos de crecimiento
en ellos cuantas cosas.
Tus ojos se caen pequeños
sol, trabajo, todo
quemaron tu natalidad.
Hombre senil
hueles a flores
inerte en recuerdos
atrás vienen mas.
Otras historias, otros versos.
ETEREO
Soñé que la distancia física era real
que el rostro y los ojos ya no mordían
Mi abejita viste de colores nítidos
y crece como un jardín .
Una imagen etérea me abraza
sus caricias me adormecen
Soñé con mis hijos y sus hijos,
con ellos tocaba solos del alma.
Es de mañana, tu mirada ambigua
busca lo débil para cercenar momentos
haciendo surcos de pena, alejando la armonía.
CARETAS
Piedra gélida, sin latidos
labios secos, muerden
voz grave, podría ser bella
pero exhala veneno.
Árido ambiguo, lleno de caretas
timbre de voz inventado
engañas a cuantos
tu rostro amargo ocultas.
Tienes marcas en tu forma
ellas te dan movilidad
te justifican, amparan
yo se quien las tallo
te molesta que conozca.
Cuanto tiempo escucho tu erosión
cuanto tiempo bebo tu aliento
cuanto tiempo escapo a tu sombra
a veces anhelo que ya no haya.
Hace unos años, te astillaste
pequeño cuerpito distinto
ojitos tranquilos, me quieren
mis brazos lo lijan, suavizan
es algo bello, lo amo.
Quizás esta piedrita
desenmascare tus disfraces
y me acompañe en octubres
hasta el momento aquel sin días.VIBRATOS
Pequeño y delicado cuerpo
te conocí hace mucho, ahora mi amiga.
Desde tus cavernas hermosamente delineadas
surgen vibratos, lamentos, aún quejidos.
Mis manos cubren tu cuerpo como caricia
permites que mi alma tenga imagen
mi voz se extiende con tu ayuda.
Entonces la estatura crece
un canto mágico alumbras
tus labios besan los oídos.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
UNA CONVERSACIÓN LITERARIA ENTRE BELLATÍN Y CÉSAR VALDEBENITO
Bellatín formuló cuatro preguntas al escritor chileno César Valdebenito
¿Qué nos puedes decir del tiempo de “El Amante de
Rememorar la época de “El Amante de
En cada “Amante”, hay una colección de secretos que no sabremos nunca y exhiben una violencia impecable, que puede extenderse al entorno. Pasábamos por períodos y en cada período, había una maquinaria humana que funcionaba como un engranaje y en muchas ocasiones, sencillamente, ese engranaje fallaba o no funcionaba, por razones imposibles de discernir. Recuerdo a Natalia Vogel, cada vez que publicaba algo, era como una confesión parecida a una mueca; los textos de Juan Herrera y de Damsi Figueroa; todos los ejemplos son intercambiables: David Preiss pudo ser Damsi Figueroa, y Herrera, Natalia Vogel. O al revés. Todos contra todos porque, incluso, la condición póstuma de algunos de esos textos, no aseguraba nada. Allí, la sorpresa era una forma de valentía; la futilidad, un asunto estético. Es, como dice Sandor Marai, “la sospecha de que esas bagatelas se convertirán en las piedras preciosas que estaban llamadas a ser”. De vez en cuando alguien me dice, que por ahora se le antoja, que tal vez sea mejor leer los pasquines que leer novelas. Más honesto. Más riesgoso. Más sano. Mal que mal, posee ese olor a camarín (donde la intimidad se propone como un paisaje a ser conquistado), que hiede como una forma de revancha, mientras convive con el egoísmo o la fascinación de una lengua distraída o concentrada sobre sí misma. Y en esos momentos, el pasquín se transforma en la posteridad incómoda, en la intuición de un secreto falso en la bruma, acaso en una revelación sumergida en el agua.
¿Quiénes más publicaban?
¡Muchos!: Leonardo Ojeda, Rodrigo Lira, Alejandro Zambra, Pedro Aldunate, Andrés Anwandter, Nicolaz Díaz, Alejandro Anabalón, Luís Rebolledo, Lebemel, etc, etc, etc…muchos poetas y por supuesto, también a cuentistas: Andrea Maturana, Marjorie Mardones, Italo Nochetti, María José Viera Gallo, es decir, a los que estaban escribiendo el palincesto de la literatura; muchos de ellos destacables; otros, definitivamente, descartables, pero aunque alguno de estos autores, fuera capaz de sobresalir, su mérito podía pasar desapercibido, sepultado por la variedad de las cosas y arrojado a la miscelánea general de la vida. El que perseguía la fama con su escritura, solicitaba la atención de una multitud veleidosa entre los placeres, o inmersa en sus negocios, o sin tiempo para las diversiones intelectuales; apelaba a jueces dominados por las pasiones, corrompidos por los prejuicios, que frustran la aprobación de nuevas obras. Algunos eran demasiado indolentes y nos leían porque se había cimentado la reputación; otros, eran demasiado envidiosos para promover esa fama.
Cada vez que se sacaba un “Amante”, la atención se disipaba, la memoria se sobrecargaba, la imaginación parecía coartada, la mente la ensombrecía las preocupaciones, el cuerpo languidecía por cada segundo que dejaba escapar por intenciones, que poco tenían que ver con el pasquín. Se trabajaba sobre un tema insulso, hasta que era demasiado tarde para cambiarlo; los pensamientos se difuminaban, la ansiedad se tornaba desmedida, y la apremiante hora de la publicación no permitía que el discernimiento lo revisara o borrara o redujera… nada es más evidente, que la decadencia de los años debe concluir con la muerte; y no obstante no hay nadie que no crea que puede seguir viviendo otro año; por esto mismo, no había nadie del pasquín que deseara que la publicación no sobreviviera otro año… Nada estaba asegurado, sin embargo ¿cómo podíamos distinguir el trabajo del pasquín, la vida literaria del pasquín y el pasquín? Habíamos inventado una vida literaria, podíamos registrar los acontecimientos todos los días y nadie, tan lejano como un lector, llegaría a distinguir la delgada línea entre los sucesos reales y la ficción, entre la ficción y la especulación sin forma; entre la especulación sin forma y ese magma literario que se fraguaba. Así, el tiempo pasó. El último año, el último día, llegó. Llegó y pasó. La vida de ese pasquín, que nos hizo la vida más agradable, tocó a su fin, y las puertas de la muerte se cerraron sobre nuestras esperanzas.
¿Fue una calamidad?
Estas son las calamidades, mediante las cuales la providencia nos hizo perder, gradualmente, el amor a la vida. La fortaleza podría repeler otros males y la esperanza mitigarlos, pero la irreparable privación, no dejaba nada con lo que mostrar resolución o halagar nuestras esperanzas. Nos enfrentábamos a todas las guerras posibles, hablábamos sobre la cultura contemporánea como resaca permanente, la mía y la de todos. Contemplábamos, cada semana, cada publicación como una catástrofe ya acontecida, sin negar parte de la culpa de ese caos o esa violencia. Desde luego, no pensábamos que se iba a morir. Pensábamos que el pasquín siempre iba a estar ahí, que nos atacaría con una nueva y violenta página que no leeríamos, pero que celebraríamos igual. Y, si en ocasiones, bordeábamos la caricatura, también éramos capaces de esbozar muecas aterradoras; era como sentirse al lado de la infinita tentativa fallida, de redactar la gran literatura chilena. Cada página consistía en una tierra fallida y yerma donde se redactaba la historia.
¿En fin, qué nos dejaron aquellas páginas literarias?
Allí, el sufrimiento apareció interpretado, en un momento el inmenso vacío literario apareció colmado; las puertas las abríamos ante todo nihilismo suicida. La interpretación de estas cosas –no cabe dudarlo- traía consigo un nuevo sufrimiento, más profundo, más íntimo, más venenoso, más devorador de vida. A pesar, de todo ello, el escritor y el lector quedaba así salvado, tenía un sentido leernos. En adelante, no era ya una hoja al viento, como una pelota del absurdo, del sin sentido, ahora se podía querer algo, por el momento era indiferente lo que quisiera, para qué lo quisiera y con qué lo quisiera; la voluntad misma estaba salvada. Allí había una risa fundida en una experiencia puramente estética, libremente hedonista y cognitivamente poderosa.
EN LAS IMAGENES FOTOGRAFÍAS DE CÉSAR VALDEBENITO
martes, 20 de noviembre de 2007
LUIS REBOLLEDO
Espero acicalarte todas las velluras Y me des permiso del eterno Tomarte de
cuerpo dormido Demonio y pájaro Hacerme hombre aproximado Todo con la
edad
inmadura De poseer el ciclo entre la mirada y el cuerpo rodeado de absurdo.
sábado, 17 de noviembre de 2007
En busca de la literatura perdida
|
Las letras, como reflejo de los sentimientos ocultos de los hombres, también son bienvenidas. Existen dos talleres que se enfocan en la producción e interpretación de escritos, bajo la supervisión de Cesar Adolfo Valdebenito poeta, escritor y ensayista. Uno dedicado a los jóvenes que se destacaron sobre el resto con sus obras, al decidir poner a prueba su lucidez, en el concurso literario convocado por la institución en agosto del presente, su día de encuentro es el sábado. El otro que existe desde el 2004,y se reúne los martes. .
Este último cuenta con número reducido de participantes. Analizan los ritmos y melodías de las obras de sus compañeros, fomentan la utilización del diccionario, reconocen las cacofonías en los relatos, aconsejan al autor, basándose en la percepción colectiva. “Se cometen errores de forma, de fondo, cuando están buscando un estilo o una manera de expresarse, equivocaciones que es necesario corregir”, comenta el maestro.
Estos espacios no son habituales, en el resto del país instancias como la descrita parecen una utopía. No se dan distinciones ni tratos diferentes por motivo de la edad u ocupación, pues todos pueden estar a un mismo nivel en posición de reconocer nuevos contenidos destinados para cada sesión,
El humor, las anécdotas, las ironías se sitúan como elementos esenciales de desenvolvimiento entre los presentes. Se manifiestan en la atmósfera aires de hermandad, comprensión, empatía y complejidad, con entusiasta disposición frente a los nuevos conocimientos. No sólo es necesario saber palpar el significado del texto, sino además identificar la correcta utilización de formas, técnicas e ideas correctamente hiladas. El acertijo consiste de dilucidar lo que el poeta pretende confesar al mundo.
Gracias a las posibilidades, los individuos desarrollan y pulen sus habilidades de comunicación social, respecto a sus sentimientos ocultos en lo más profundo de su ser. Aprender a pronunciar lo que se piensa en la sociedad, no es un camino fácil. El guía de la instancia, Valdebenito, se convierte en el mediador de los potenciales artistas con sus emociones e inconscientes. El crecimiento personal es notable.
Los gritos de la comunidad de mortales claman por oportunidades semejantes. Quizás sea la solución antes la falta de lectura en los chilenos. Sentir un libro como una herramienta y aliado de tertulias e insomnio, en lugar de encasillarse en pasatiempos que poco ayudan a su superación y valentía. Comprender el universo sumergido en la mirada de otro individuo que en algún momento pasó por los mismos problemas y cuestionamientos, puede orientar en la creación del slogan de la batalla con la propia vida y los obstáculos, que surgen como malezas entre las hermosas flores de primavera.
ver sus creaciones en http://tallerliterarioedenyluju
Escrito por:Francis Jiménez, Estudiante de periodismo, UDEC.
Publicada el jueves, 15 de noviembre de 2007
viernes, 9 de noviembre de 2007
AIDA MELLA
Por qué leer “La muerte de Iván Ilich”
De
León Tolstoi
“La muerte de Iván Ilich”, es una novela corta, del gran escritor ruso León Tolstoi, (1828-1910) publicada en 1886. La obra de Tolstoi, pertenece al movimiento artístico y literario que nació en la segunda mitad del siglo XIX llamado:”Realismo”. Movimiento literario, que se caracteriza porque sus representantes, reflejan en su escritura fielmente la realidad, lo cotidiano; empleando para ello un lenguaje coloquial y crítico frente a la sociedad de su tiempo; con personajes testimoniales que retratan cabalmente a las clases sociales existentes, los oficios, los problemas que les aquejan, el entorno donde viven, etc., es decir, la realidad, tal cual es, con los problemas propios de la existencia humana. Todas estas características están, magistralmente, desarrolladas en esta novela de Tolstoi.
La novela “La muerte de Iván Ilich”, es la narración del proceso que vive su protagonista, un abogado prestigioso, que ha alcanzado el éxito profesional y económico, luego de superar algunos obstáculos y de haber alcanzado cierto equilibrio en su vida familiar, cuando desarrolla una fatal enfermedad, que lo conducirá irremediablemente a la muerte. Es, en este proceso, que se cuestiona la vida “feliz”, que hasta ese momento cree haber tenido y se da cuenta, que todo su bienestar: económico, profesional y familiar que ha logrado, carece de valor y de ningún modo le evitarán el sufrimiento físico y emocional, ni la incertidumbre de no saber cómo afrontar la muerte que ve acercarse inexorablemente. Toma conciencia, mientras está postrado y en la soledad en que se encuentra, que la vida de los miembros de su familia sigue su curso y que él se ha transformado en un estorbo para ellos; que todos, salvo un criado, le mienten al decirle que sanará; que son incapaces de consolarlo y también, se da cuenta, cómo sus amigos y colegas, con los cuales se reunía constantemente, a jugar a las cartas, sólo esperan su muerte, para saber quién de ellos ocupará el sitial del alto cargo público, que dejará vacante. Pero el hecho de enfrentar a la muerte, es lo que más le preocupa, porque jamás había pensado en ella y se desespera y rebela, hasta que al fin entiende que debe aceptarla; y es, en este momento, cuando logra obtener alivio a su aprehensión y calmar sus terribles dolores, físicos y emocionales, que lo llevarán a morir en paz, con su entorno.
Leer esta obra, a más de alguno, nos hará reflexionar y meditar sobre nuestra propia vida. La obra en sí, es una gran reflexión acerca de la muerte y del significado de la vida.
Pienso, que la lectura de este relato ha sido recomendada por el Director del Taller, porque siendo una novela corta de Tolstoi, porque sí tiene novelas bastante extensas como: “La Guerra y la Paz” o “Ana Karenina”, entre otras, nos muestra la genialidad y maestría de su autor, para describir los diferentes sentimientos y sensaciones, que va experimentando su protagonista durante el desarrollo de la trama, no obstante, narrar un hecho tan cotidiano en la vida del ser humano, como es el tener que enfrentar a la muerte. En ella, también nos hace un retrato fiel del ambiente que rodea al protagonista. Además de poseer su escritura, una intensa fuerza expresiva, empleando para ello un lenguaje claro y directo, que da gran fluidez a su lectura y una poderosa tensión al relato, logrando hacernos partícipe del mismo. Todas estas cualidades, que caracterizan este relato hacen que sea una novela corta perfecta. Cualidades que también podemos encontrar, en toda la obra de este gran escritor ruso y que le han permitido trascender y ser considerado uno de los grandes escritores de la Literatura Universal, de todos los tiempos.
Son todas esas características, enunciadas en el párrafo anterior, sobre el relato corto: “La muerte de Iván Ilich”, de León Tolstoi, que hacen, que su lectura sea un referente genial de aprendizaje, para quiénes deseen escribir y lograr construir un buen relato.jueves, 8 de noviembre de 2007
por Javier Bello
LA ANGUSTIA DE LAS INFLUENCIAS: ENIGMA TORNASOL.
"Cuando el pensamiento se desprende de sus raíces, el ser ve claro, interpreta en sí el sentido de un lenguaje simbólico o mítico que desea traducir este contacto. Hace lo posible por moverse en torno a esta lucidez y ordena el golpe que viene desde el país de adonde."
Rosamel del Valle
La tercera dimensión de la realidad es la palabra. Habitamos no sólo el tiempo y el espacio, sino también los parajes de la imaginación, y el tránsito inevitable entre ellos. La angustia de las influencias es un nombre que designa una de las experiencias estéticas fundamentales de un autor, un fenómeno que necesita de la lectura y dispone de las implicancias vitales que ésta representa. Se trata de un tránsito doble: en primer término la tergiversación que el yo real infringe a la obra y, en segundo lugar, la huella que las palabras de otro dejan como un residuo permanente en el que lee. La voz de alguien parece hablarte a ti detrás de las palabras.
Mis primeras lecturas fueron narrativas. Sin duda el espíritu de lo imaginario, el ángel necesario de Wallace Stevens, se encontraba allí, pero al mismo tiempo se alejaba en esas páginas tras una distancia que he vuelto a sentir en toda obra -cual más, cual menos- que pretende hacer participar al lector de una ilusión de realidad exterior. Detrás de esas palabras no había una voz que me hablara. Sólo creí oírla cuando me acerqué al primer libro de poemas que cayó en mis manos: el Romancero gitano de Federico García Lorca, editado en compañía del Cante Jondo. Inmediatamente supe que aquella forma de obrar con la palabra se dirigía a mí. Luego vinieron mis lecturas de Residencia en la tierra de Pablo Neruda y Poeta en Nueva York del mismo García Lorca, dos libros que continúan persiguiéndome hasta hoy, al igual que las figuras de ambos autores. Poco después aparecieron Vicente Huidobro y Arthur Rimbaud. Luego Pablo de Rokha, José Lezama Lima, Gonzalo Rojas, Pier Paolo Pasolini, Enrique Lihn, sólo por nombrar a los primeros.
Tardaría mucho en describir con precisión todo aquello que en esas lecturas fue para mí concreto y fundamental. Esas palabras entraron en mí como una fluencia continua de ritmos e imágenes sin la que nunca he escrito un poema que me parezca de algún valor. Una fuerza que habitaba los lugares que yo desconocía de mí mismo y los iluminaba haciéndolos propios, a la vez que los evidenciaba ajenos, ese sitio movedizo y extraño que desconocemos pero que nos expande y nos delimita y que muchos suelen nombrar con palabras aledañas al concepto de lo subconsciente, pero que yo llamaré voz. Esa fuerza aún desconocida hizo de mí otro, ese otro que a veces vuelve cuando yo lo llamo y también cuando no lo hago, a hablar por mí. Ese estado interior no me era totalmente desconocido, pero su materialidad había sido diferente. En la infancia de la prelectura solía poner atención a fenómenos que los que me rodeaban consideraban inútiles: silbidos, melodías, el ruido de la lluvia, del mar, el enigma de los árboles y el zumbido de los insectos se asemejaron después a esas formas: cadencias, prosodias, giros de lenguaje, imágenes, consonancias y disonancias provenientes de mis primeras lecturas representan en mi conciencia el instante de lo primordial, la fundación de mí mismo, y continúan siendo las únicas que intento emular hasta ahora, aquellas que oscuramente vuelven no a adornar una lengua poética sino a constituirla en su materialidad primordial. Pocas cosas se han agregado posteriormente a este pequeño reducto que fundamenta mi personalidad, fija en el lugar del asombro adolescente.
Si hablo de la influencia de algunos poetas en un poeta, al menos en mi caso, debo decir que antes que sistemas de pensamiento, proposiciones filosóficas, manifiestos estéticos, mensajes ideológicos, lo que ha permanecido en mí son esas partículas de las primeras lecturas, aquello que aún llamo poesía por una serie de elementos que reconozco: al mismo tiempo habitantes de mi interior que pobladores de un lugar distante. Las lecturas que permanecen en mí, aquellas que ya he declarado, no oscilan, como se ha dicho tantas veces, entre el desorden absoluto del discurso y la claridad que se transparenta para comunicar algo, las contradicciones más comunes y vulgares del pensamiento poético. El irracionalismo representa un modo de convivencia con la palabra de una radicalidad distinta, donde a un enigma, a una formación material misteriosa, se le otorga una forma estricta: el comportamiento del azar es de por sí inaprensible para los sentidos, pero cuando se establece de manera concreta se presenta como un fenómeno regido por una ley exacta, la "cantidad hechizada", como afirmaba José Lezama Lima, "esto y esto y esto" al decir de Juan Larrea. El poema como una maquinaria de origen desconocido, los engranajes de la oscuridad sólo visibles en su exactitud sin pauta, imanes donde el vértigo se pone en movimiento.
Poseo una confianza desmedida en la materia de lo desconocido que me habita. Las palabras de Juan de Yepes, llamado de la Cruz: "No te quieras solazar en lo que entendieres (...), sino en lo que no entendieres", ayudan a comprobar la inexistencia de los límites del territorio de la poesía, cuyas aduanas algunos declaran inexpugnables y otros describen como puertas hacia el país de la inexistencia, el vacío, la locura y la superstición. W.H. Auden, quien creía que el poema era una condensación de fuerzas desconocidas, escribe una de las alegorías más admirables, desde mi punto de vista, de la trasgresión necesaria a todo arte: el lector, el horror y el temeroso advierten al caminante sobre los peligros del paisaje que va a descubrir, cifrando el estigma en la frente del aventurero como un señuelo para los cazadores. "Fuera de esta casa. A ti, horror, es a quien buscan", responde el jinete a los aduaneros de turno "al dejarlos allí, al dejarlos allí". El viajero se aleja del poema y se pierde de vista. ¿Por qué no internarnos en la oscuridad y tomar distancia de tan afamados predicadores? Las únicas condiciones de representación y legibilidad de las que puedo dar cuenta dicen relación con el retrato detallado de la imaginación y la alteración de las percepciones ante las evidencias de una realidad revelada en su multiplicidad material.
Esas cadencias y esas imágenes que sobrevivieron en mí como silbidos o visiones se proyectaron sobre un paisaje, pero un paisaje del cual no contemplé la superficie sino la forma de su materia y el espíritu que allí duerme sin descansar. Desde mi primer poemario, La noche venenosa, publicado en Concepción en 1987, existe en mi escritura una fluencia desde lo irracional que desea descubrir y ponerse en contacto con esa fuerza reprimida en el cuerpo de la materia. Quizá ese movimiento premoral y multívoco de mi deseo -la identificación posible e imposible del sujeto con los sentidos, muchas veces indescifrables, que pueblan los cuerpos y las cosas- intente franquear uno de los abismos fundamentales que acompañan a la distancia entre palabra y objeto, la lejanía del sujeto con respecto a la realidad plural de lo existente. La poiesis se me ha revelado como un estado de por sí contradictorio, más bien, como el estado puro de la confusión. Un enfrentamiento constante que sostiene la tensión entre ese impulso y el obstáculo que crea su imposibilidad, es decir, entre lo que puedo llamar recuerdo del abismo de lo infinito y su anulación a través del nacimiento del sujeto a su propia condición histórica.
A partir de ese instante alguien existe como sujeto concreto, alguien que recuerda la totalidad y transmigra en la imaginación para ser otro. Paradójicamente, sólo la existencia otorga noción de este movimiento y de esa antigua unidad. Dentro de este ámbito existir puede ser una condenación. Al constituirse a través de la matriz de la forma, el sujeto se aleja del origen y debe comenzar a elegir, negándose a las demás alternativas, es decir, debe asumir el principio estable de la moralidad. El infinito se ha vuelto pérdida y la existencia se consuma en la linealidad. "Debe el hombre elegir entre perderse y salvarse; pero si elige está perdido", escribió el poeta José Viñals, desmantelando con un cínico silogismo la lógica existencial de la cohersión. En la mayoría de los poemas que he escrito creo haber encontrado huellas de esta condenación que precede a las opciones históricas: "si ya se derramó mi sangre en un nido furioso de riachuelos pardos,/ si ya se derramó mi sangre latiendo dentro de una arena que es mi propia sangre,/ si ya se vertió la leche de los hijos sobre la misma bandeja donde fueron devorados". Sin embargo, la pulsión que conduce a identificarse con la materia pervive en los subterráneos de la forma, la crea y la destruye: el "rayo fósil" de la persona. El sujeto deseante asume la devoración de todo aquello que lo rodea como un intento fallido de apoderarse de la totalidad por la palabra: "Cuánto amo todavía mis orejas como imanes de una fertilidad que no cabe en mi boca". Quizá, el terror a la inexistencia domina y conduce el movimiento principal de identificación con la materia que puede ser hallado, creo yo, en cualquier artista que haya encontrado el punto de fuga del azar. Para todos es evidente que lo que ahora es, pudo no haber sido o haber existido de otra manera. Severo Sarduy, por ejemplo, lee los signos provenientes de ese ámbito desde la historia hacia la posibilidad: "Como si de todos los jeroglíficos de la muerte el más angustioso fuera el de no haber nacido", escribe.
La voz poética, puedo afirmar a partir de mi experiencia de lectura y de escritura, proviene de un sustrato del deseo que no puede juzgarse en tanto moral e inmoral, sino que es anterior a ambas polaridades. El contacto con la materia de lo desconocido se encuentra en constante conflicto con la historicidad del sujeto. Cuando elige una forma y ésta le es otorgada, la voz se vuelve otra y se enfrenta con las formalidades preestablecidas de la lengua poética que la sostiene, de la cual sin duda ha provenido. El pensamiento que sostiene el discurso es su segunda víctima necesaria. El poema acepta sólo el pensamiento que su propia voz desarrolla. Cualquier intención previa del autor es expulsada. Si se acepta la voz del poema como un sustrato previo al pensamiento no comprometido con la materialidad de la palabra, se hace efectiva la trasgresión a un arte de la comunicación que busca construir un mensaje de lo preconcebido y espera de los receptores la aceptación de un material decodificable. La letra que sostiene la búsqueda de lo desconocido, el fundamento sin nombre, el huevo órfico donde se esconde el mundo, el tokonoma, imagen del vacío y de la plenitud, oscila entre la ilegibilidad y la revelación.
La autonomía de la obra literaria, una conquista estética de Óscar Wilde, fundamento de la poesía contemporánea, es, para mí, irrenunciable. Creo que el discurso poético no debe parecer real, sino que debe serlo: el poema constituye su propia realidad, la que, sin embargo, muchas veces es encubierta por el espejismo de las referencias. La experiencia citada se encuentra por el sólo hecho de ser invocada, dentro del poema. Intento llevar el fundamento de esa materialidad al extremo, donde toda referencia, incluso el significado estricto de cada palabra, sea imaginada en el discurso. No hablo de una voluntad experimental: se trataría de una ilusión técnica si se piensa que el sitio final de ese camino ha sido ya descubierto (pienso en los extremos a que llevaron al poema en nuestra lengua Vicente Huidobro, Rosamel del Valle y Juan Luis Martínez). Estoy convencido que no existe una naturaleza humana totalizante, pero creo que cada individuo posee una naturaleza particular. Del mismo modo no creo que exista una lengua poética de la que son deudores todos los poemas, sino que cada poema establece un código propio que representa su sistema y que luego se incorpora al ideolecto del autor. Desde este punto de vista he adoptado sólo una doctrina estética, que parte de la certeza de que aquello que escribo bajo la forma de un poema no me pertenece. Intento abandonar cada poema a su propia habla, me esfuerzo en descubrir aquella gramática que le otorga una naturaleza particular y obedecerla.
Si para algo debe servir una ocasión como ésta es para declarar la propia pertenencia y debatir sobre los alcances y posibilidades de cada estética. Comenzaré por hacer lo propio. Esas imágenes y prosodias que me otorgan materia, corresponden a poéticas que se construyen sobre lo que muchos han calificado como el exceso connatural a nuestra lengua poética, la lengua castellana. Creo que la grandeza de un proyecto estético no debe medirse a partir del logro o el fracaso de sus intenciones -uno de los pilares fundamentales de cualquier descalificación crítica- sino juzgarse en base a su productividad. Sin duda el español es rico en tales fracasos literarios: Luis de Góngora, José Lezama Lima, Juan Larrea, Vicente Huidobro, Rosamel del Valle, y además resumidero de grandes maquinarias de lenguaje también supuestamente fallidas según los cónsules de la posmodernidad y los edecanes del neoclasicismo: Saint John Perse, André Breton, Paul Celan y Ezra Pound. Mi prueba de fuerza fue y sigue siendo acercarme a esas enormes lecturas de nuestro lenguaje y desde allí constituirme. Devoración y asimilación. El primer límite que intento abordar es la propia lengua. La lengua materna es la que alberga al lenguaje en su materialidad sonora e imaginística más propia e intensa; no la traducción. Toda gran traducción ha sido posible, históricamente, gracias al dominio de la lengua que va a ser receptora de una nueva versión. Sin embargo, creo que Ezra Pound fue lúcido al declarar que la traducción, en un sentido amplio del término, es fundamental: la apropiación de las particularidades discursivas de la lengua extranjera ayuda a distanciar la perspectiva de la propia lengua.
Me someto a la sabiduría de Pound sobre esta materia para intentar deponer un mito de la crítica chilena contemporánea: se suele afirmar que la poesía chilena de este siglo constituye una sola línea tradicional unida por características estéticas independientes a los sucesos históricos que la componen. Sin duda es fácil descubrir continuidades, pero la diversidad de nuestra poesía sólo ha podido parecer una unidad independiente a través de un meticuloso trabajo de ocultamiento. Una vez más nos encontramos con aduanas y extranjerías. Muchos poetas pagaron -algunos lo siguen haciendo- el precio de las influencias extranjeras y de las relaciones con sus contemporáneos: Vicente Huidobro, Eduardo Anguita, Humberto Díaz-Casanueva, Braulio Arenas, Gonzalo Rojas y, por supuesto Rosamel del Valle, han sido calificados, no de muy buena manera, de excéntricos. Lo que quiero decir es que la poesía chilena de este siglo parece ser por sobre todo inseparable de los movimientos de la poesía contemporánea y sus particularidades son producto de cada uno de los sujetos que la conforman, no de una naturaleza general. El concepto de lo propio y lo extraño se debe, más bien, a adjudicaciones de legitimidad sobre diversas tendencias estéticas que convienen a los sujetos enunciantes, pero que son recubiertas de una propiedad nacional. Sólo un ejemplo: la elaboración del poema breve, donde cada palabra se encuentra ahí representando un significado preciso, otorgaría particularidad a la poesía chilena de esta última mitad del siglo. Su existencia es cierta y, por supuesto, necesaria; su origen obviamente no es nacional sino, más bien, anglosajón. Su primacía crítica desde los años sesenta ha ayudado a ocultar otras presencias. Junto a Pezoa Véliz, Nicanor Parra, Armando Uribe, Óscar Hahn, Gonzalo Millán y Floridor Pérez, existen Pedro Prado, Eduardo Anguita, Mahfud Massís, Alfonso Alcalde, Stella Díaz Varín, Braulio Arenas, Enrique Lihn y Raúl Barrientos, que practican el poema desde una perspectiva divergente.
Rosamel del Valle no sólo pertenece sino que encabeza esa concatenación poética, por estos días apartada de los centros valorativos de la crítica chilena. Permítaseme aquí invocar su espíritu, el del más inencontrable de nuestros hermanos:
Rosamel Del Valle proviene sin duda de tres poetas: Rainer María Rilke, T.S. Eliot y André Breton. Cada uno de ellos actúa en diversos aspectos de su obra como telón de fondo, acentuados uno u otro por periodos, y apareciendo con mayor o menor intensidad a lo largo de series y libros de poemas.
Rosamel del Valle no fue un poeta surrealista, al modo de Braulio Arenas en su primer periodo. Sin embargo, fue influenciado por el espíritu del surrealismo más que de cualquier otra vanguardia histórica. Más aún, en la superficie de su irrenunciable materia personal, aparecen de pronto los procedimientos imaginísticos de Breton. Pero Rosamel puede ser contemplado a la luz de esta comparación como un Breton sin manifiestos estéticos colectivos ni métodos de escritura prefijados, por lo que se libra de Breton en el mismo momento que lo encuentra.
Coincide Rosamel del Valle con Pablo Neruda en tener un antecedente común: Arthur Rimbaud, pero la lectura de Rosamel resulta menos biográfica. Neruda, al decir el mundo se transforma a sí mismo en un mito, el mito que nombra ("Yo estoy aquí para contar la historia"), el mito del poeta que aún pervive entre nosotros y del que no han salido ilesos muchos de los poetas posteriores, por presencia o por ausencia. El mejor ejemplo de aquello es Nicanor Parra, el antipoeta, un poderoso tropo literario que le permitió librarse de la figura de Neruda. Neruda es considerado lo propiamente nacional, pese a su triple lectura extranjera: Quevedo, Withman, Buadelaire, pues mitificó también junto a su propia imagen la de Chile, casi indisolublemente una de otra: siempre se encuentra su figura entre el discurso y la realidad, casi siempre su yo se interpone, sea cual sea éste, entre la voz y el escucha. Rosamel permanece libre del influjo de Neruda: al decir el mundo transforma en mito al mundo, no a sí mismo, ni tampoco a una geografía en particular. Neruda no es un solo sujeto, pero es uno en cada periodo de escritura. Rosamel es siempre otro. Quien nos habla detrás de sus poemas puede calificarse como el sujeto más escurridizo de nuestros contemporáneos. Aparece, nunca del todo; se esconde, vuelve a aparecer, pero apenas lo percibimos. Fue más cauto y, a la vez, más generoso. Su imagen no es ostensible y, por lo tanto, no está sometida al desgaste propio de los sujetos beligerantes. Su desaparición de antemano deja ver aquello con lo que dialoga: la materia poética y la existencia del mundo. El sujeto poético asumido como un constante otro es para Rosamel la transgresión de la unidad como principio invariable de la continuidad de la materia y del espíritu. No quiero discutir la centralidad de Neruda en ninguno de sus pilares, nada más lejano de mi intención. Sólo quiero recordar que por encima de su figura transida por la geografía, planea Vicente Huidobro y levita Rosamel del Valle, preparado en todo momento a descender de la mano de Orfeo a las profundidades donde Neruda se origina.
" [La poesía de Rosamel del Valle] es un ejemplo a seguir por los poetas que a veces dudan de que han nacido para una excursión enigmática dentro de la vida, para formular una interrogación que a veces no vale tanto por la respuesta sino por el poder de la interrogación misma", declara Humberto Díaz-Casanueva. Sin duda, lo que se puede leer entre líneas tras estas palabras es la visión de Rosamel como un caminante, un danzante que construye su propio movimiento hacia una casa menos ostentosa que la de sus compañeros de generación y las de sus respectivos descendientes poéticos; una casa secreta. Una morada de lo desconocido, a cuyo misterio sólo cabe una sola respuesta, una pregunta. Su obra como una invitación a una conversación sin conclusiones. Una conversación infinita.
El pensamiento organizado y preconcebido detrás de gran parte de la obra de Rosamel del Valle casi no existe como pensamiento programático en sus niveles ideológico, estético y filosófico: nunca ésta fue subordinada a alguna intención anterior al propio discurso. Sin duda hay un afán de contemplar el universo como una construcción, al modo de Rainer María Rilke, pero su diferenciación entre lo terrenal y lo celestial no es determinante. Arriba y abajo se confunden y se superponen, y pueden ser habitados por criaturas de origen desconocido. El coro de ángeles no se encuentra en el mismo sitio que en Las elegías del Duino de Rilke.
Humberto Díaz-Casanueva, quien compartió con Rosamel búsquedas y posiciones estéticas, no es, como se ha querido ver, un simple traductor de un pensamiento filosófico, pero en su poesía puede hallarse transfigurado el paradigma existencial que aprendió de primera mano de Martin Heidegger. Rosamel en ninguno de sus poemas llega a ser tan trágico como el Díaz-Casanueva de El Réquiem, pero mantiene una mayor variabilidad de tonos sin nunca perder el destino de su palabra: muchas veces es lúdico, incluso irónico. Los separa una diferencia radical de tonos: Rosamel enuncia sus poemas con el constante telón de fondo del romanticismo, donde la obra de arte representa una justificación de la existencia humana y una justificación de sí misma, y al mismo tiempo una sublimación de la propia perecibilidad; Díaz-Casanueva mantiene un tono trágico-existencial constante en gran parte de su obra y, sin duda, en todas sus obras de madurez, sin otorgar espacio a esa redención.
Rosamel plantea el desafío de una escritura que no necesita de un sujeto estético excluyente para existir por sí misma. No sabe en ningún momento, ni pierde tiempo en descubrirlo, si es rilkista- intelectualista, si es un pequeño dios, si los poetas bajaron del olimpo, si el poema es el vehículo de una comunicación.
Creo que el desafío que empieza a aparecer desde las profundidades y las continuidades del secreto para la poesía de este fin de siglo, y que será representativa de la del siglo que viene, es la figura de Rosamel del Valle. Su obra trasciende la mezquindad en la representación de las parcelas del territorio de la poesía, sus aprobaciones, excomuniones y advertencias: la división sintagmática de los grupos, el rechazo a lo foráneo y al exceso del discurso. Su obra pone a dialogar la poesía chilena con los mayores derroteros líricos contemporáneos y se adelanta a los poetas más inesperados. Los descubrimientos formales de John Ashbery, por ejemplo, uno de los últimos grandes líricos norteamericanos -enemigo de los realismos y las antivanguardias de fin de siglo- están ya en Rosamel.
Rosamel del Valle representa para mí una discreta sonrisa final en la máscara de la escritura y la máscara de la personalidad, del personaje que habita los discursos poéticos de este siglo. Una sonrisa irónica, piadosa y a la vez desafiante, que pregunta por el origen y lo ubica en todos los sitios posibles, y que como Orfeo, padre de la música, desacentúa la importancia del fin y se regocija en el tránsito. Una máscara que no tiene sexo ni edad, no defiende un habla marginal, ni tampoco intenta desmoronar un discurso centralista, un poeta que no representa el alma y el cuerpo como entes separados, que no ve como opuestos incompatibles lo bajo y lo alto, que no sostiene a cuestas ningún mito de la juventud. Su obra se encuentra en su propio centro. Sus poemas son exaltaciones sostenidas en la calma de una retórica que subvierte y hace temblar el edificio de lo que llamamos retórica.
Estoy seguro que con él se toparán quienes pregunten ante las puertas del tiempo por la poesía chilena contemporánea, y también quienes pretendan cercar su pertenencia y pertinencia en términos de idiosincrasia, nacionalidad, ideología, novedad, poder, género, generaciones, clase.
Aunque no sobrevivamos, podemos, al olvidar por un momento la propia perecibilidad, estar tranquilos. Si entramos a la obra de Rosamel del Valle habitaremos en la casa de la poesía, la casa del dormido: aquel que con insuficiente lengua intenta decir la cantidad que se adhiere a sus oídos magnéticos; aquel de los ojos cerrados. ¿Cuál es el canto de un dormido? ¿Qué versos calman su sed? ¿Qué dicen los dormidos cuando no dicen nada? ¿Qué es una casa donde todos duermen? Una interrogación que se incendia detrás de la conciencia, un estado de pureza y al mismo tiempo de confusión, todo aquello que se mueve antes de que se abra el ojo de las palabras.
Termino con los versos iniciales del Orfeo de Rosamel del Valle, es decir, un final que es a la vez la invitación a un comienzo:
"He aquí una fuente para dormir, una claridad sin abrirse,
Sola en el tallo del sueño.
Bienvenido, viajero devorado que te asomas
Ciego desde el agua a la tierra."
para Luz Ángela Martínez, Juan Carlos Mestre y Rodrigo Olavarría
RODRIGO PALOMINOS PRESENTACIÓN DE CESAR VALDEBENITO
La observación de la recurrencia regular de la armonía en el lenguaje de los espíritus poéticos, junto con la relación con su música, han edificado gran parte de la producción poética de Rodrigo Palominos. Es un sistema de formas de armonía y lenguaje, pero no es de ninguna manera esencial que el poeta acomode su lenguaje a esa forma tradicional para que se observe la armonía, que es el espíritu. Sin embargo, todo gran poeta debe, inevitablemente, innovar basándose en el ejemplo de sus predecesores según la mirada exacta de su peculiar versificación. Así podemos ver muy bien asimilado al poeta I. Bonnefoy, a Rilke, a su queridísimo J. A., y otros. Lo que nos da como resultado el esplendor de la imaginería de R. Palominos y la melodía de su lenguaje, las diversas pautas de su desafío, las que adquieren la máxima intensidad concebible en el notable poema Las Flores de Paulovnia.
LAS FLORES DE PAULOVNIA EN LA CENIZA DEL SUEÑO
Como cuerpos que se tienden en la nieve
se tienden las flores de Paulovnia en la ceniza del sueño.
La ceniza del sueño que es el origen de la nieve.
Las flores de Paulovnia en los prados de la infancia
brillan, entre álamos blancos, que fueron los leños del fuego.
Las flores de Paulovnia en la ceniza del sueño brillan,
entre el mástil y el otoño, en la leve pupila de la proa.
Las flores de Paulovnia en la nieve brillan,
entre nichos vacíos, que fueron los álamos blancos.
LA UVA NEGRA RESPLANDECE
Recuerdo cómo era la mañana: un túnel interminable
Ahora, cerca de la tarde, vuelve el frío.
Afuera, en el jardín, la nieve.
Alguien hace crepitar las hojas del álamo.
Como una tela volante algo cae.
En la mesa grande la uva negra resplandece.
martes, 6 de noviembre de 2007
MARISOL MONTERO
COMENTARIO COMPARATIVO DE DOS OBRAS DE VALDEBENITO
Relectura sobre dos reflexiones de Marisol Montero
Valdebenito llevó el nihilismo más allá de todos los límites en su libro Urnas, dónde la imaginación alucinatoria del hablante usurpa su propia voluntad. Urnas representa el poder cognitivo de Valdebenito, mientras que el Jardín es su imaginación poética.
Urnas, cuya acción, gran parte, transcurre de noche, es también, metafóricamente, el más sombrío de los libros del poeta y pone en entredicho cualquier libre albedrío. ¿Se basa la sabiduría del libro en que el hablante podría haber hablado de otra manera? Cualquier poeta queda estupefacto ante el determinismo de Urnas. De manera bastante desesperada un crítico podría decidir que Urnas y El Jardín son dos partes separadas de una sola individualidad y quizás son las imágenes divididas de un solo prototipo, por desgracia eso complica las cosas al momento de enfrentar cada libro. Ni Job ni el Eclesiastés, ni la riqueza de las otras alusiones bíblicas de Urnas están presentes en El Jardín. Valdebenito, a la hora de escribir Urnas no quiso salir de su vacío cosmológico para meterse en el vasto mundo de El Jardín. Más que en El Jardín, Urnas es un viaje al interior, en el que el hablante es el corazón de las tinieblas. En Urnas el hablante ansía su perdición, en El Jardín palpamos
lunes, 5 de noviembre de 2007
MARTA TAPIA
PÓLEMICA ENTREGA DEL NOBEL DE LITERATURA 2007
Es preciso señalar que sólo once (11) mujeres han recibido el galardón desde que se estableció en 1901.
Este año el premio ha recaído en la escritora británica Doris Lessing quien ya cuenta con 87 años de edad. Cabe preguntarse ¿quién es esta mujer?
Ha sido difícil encontrar datos que resulten fidedignos y que logren dar una respuesta cabal a esta pregunta debido a que, en los diversos artículos revisados previamente, se observan impresiones y opiniones muy encontradas respecto a la Sra. Lessing. Partiendo por sus datos biográficos, se dice de ella que, “fruto de la época del imperio británico, Doris May Taylor nació en Persia, hoy Irán, en 1919”. En otro artículo se hace mención a su origen de la siguiente forma: “Hija de un oficial del ejército británico que perdió una pierna en la guerra y se enamoró de su enfermera en el hospital, Doris Lessing nació en Siria”.Desde 1937 vive en Inglaterra.
Por otra parte, la tendencia de la crítica ha sido relacionarla con el feminismo al punto de señalarla como un ícono de este movimiento, posición que, lejos de favorecerla, más bien se vuelve en su contra porque, de inmediato, se intenta descalificar su obra haciendo un análisis muy reduccionista de ésta por el tema que trata. La escritora siempre ha querido distanciarse del movimiento feminista. Situación que se evidencia en sus declaraciones diciendo: «cosa que nunca me ha gustado mucho», aunque sigue siendo feminista. «Las feministas de los años 60», explica, «estaban llenas de energía y podrían haber hecho muchas cosas. Sin embargo, esa energía se les fue casi toda en criticarse las unas a las otras. En cuanto (el feminismo) empezó a convertirse en movimiento político, de izquierda, por supuesto, empezaron a producirse cismas. En eso se fue casi toda esa energía». «¡Sentían tanto desprecio por las mujeres! Hablaban de las mujeres que no tenían una profesión como si no fueran más que una birria. Eso hizo mucho daño».
“No es que sea antifeminista. Es que creo que las feministas tienen los objetivos equivocados. La revolución sexual de la década del 60 está muy bien. ¡Pero pienso que las mujeres también podrían haber luchado por el mismo pago cuando cumplen el mismo trabajo que los hombres, por buenas guarderías y demás! Aun en la época victoriana, las mujeres salían a marchar y conseguían cosas concretas, como cambiar las leyes sobre la propiedad en el matrimonio. Hoy nadie hace algo así. El feminismo de los años 60 se disolvió en cháchara inútil”.
Respecto a sus inicios como escritora se dice que, ella fue autodidacta ya que a los14 años abandonó la educación formal que realizaba en Africa (Zimbabue). La premio Nobel indica que desde muy pequeña, siempre escribió publicando su primer trabajo a los siete años. Señala además que, no cree que en nuestra cultura sea poco frecuente que los jóvenes escriban, piensa que en su caso, lo único raro es que aún escribe a diario. Idealmente cada mañana, aunque siempre hay otras cosas que solucionar en su vida cotidiana y ya no tiene la misma energía que antaño.
Doris Lessing creció en Rodesia, Africa donde ella y su familia tuvieron una vida difícil marcada por una tierra estéril en un paraje rural y por el aislamiento casi total además de la pobreza hostil. Allí también fue testigo de la segregación racial. Todos estos elementos la marcaron y fueron fuente de inspiración, pero además se conjugaron para hacer de la escritora una mujer áspera y agreste, moldeada por una mentalidad de frontera, de límite del mundo. Su sueño era escapar de allí hacia la desconocida madre patria, Gran Bretaña, donde estaba su idea de salvación y hasta allí llegó para quedarse. Se casó y divorció en dos ocasiones, después de llegar a la conclusión de que el matrimonio no le convenía. De su primera unión, a los 19 años, tuvo dos hijos que se quedaron en África. Su segundo marido fue un comunista alemán de la línea dura, Gottfried Lessing, con el que tuvo un tercer hijo.
Su primera obra es la novela “Canta la hierba”, (1950), publicada un año después de llegar a Londres, en ella narra la aventura amorosa de la esposa de un granjero blanco con un sirviente negro, examinando la opresión racial en la colonia. La historia de su juventud inspira su primera saga, “Hijos de la violencia”, que abarca desde 1952 hasta 1969.
“El cuaderno dorado” (1962) es considerada su obra principal. Se trata de un libro de mil páginas que le dio la fama -premio «Médicis» de Francia a la mejor novela extranjera- y se convirtió en un referente en la lucha por la liberación de la mujer. Aquí relata la experiencia de una escritora de éxito que mantiene un diario de vida.
Señala una periodista que este libro “es un descenso a los abismos de la desintegración del yo, de la conciencia, de lo que nos hace humanos. Y es también, cosa que se olvida, una inquietante reflexión sobre el propósito de la escritura, sobre la imposibilidad de escribir y sobre las imposiciones del totalitarismo en el lenguaje”.
Se dice también de esta escritora que es creadora de una narrativa compleja, sus temas abarcan conflictos morales y políticos muy amplios, como las diferencias entre los sexos, el racismo, el terrorismo o la destrucción del medio ambiente. Ha cultivado una variedad de géneros, desde la saga, el cuento corto, la ciencia ficción o el teatro.
La señora Lessing pertenece al movimiento de periodistas, novelistas y dramaturgos británicos que en los años cincuenta dieron lugar a una de las generaciones literarias más fecundas e influyentes en ese país. Es autora de más de 40 obras, gran parte de ellas con un fuerte contenido biográfico arraigado en sus recuerdos infantiles de África y en sus desengaños políticos.
Su última obra y no menos polémica es “The Cleft” (La hendidura), en la que narra la historia mitológica de unas mujeres conocidas como las “clefts”, que viven sin necesidad de aventuras sexuales ni de hombres y que sólo dan a luz a niñas, hasta que su armonía se interrumpe ante el nacimiento de unos descendientes varones, los que llama “squirts”. Ambos nombres hacen referencia al aparato reproductivo (cleft: hendidura y squirts: protuberancia).
Su “capacidad para transmitir la "épica" de la experiencia femenina y narrar la división de la civilización con escepticismo, pasión y fuerza visionaria” justifica el fallo leído por el secretario permanente de la Academia Sueca, Horace Engdahl, quien afirmó que se trata de una de las decisiones «más meditadas» que esta institución ha tomado nunca.
En una entrevista dada en Londres, a los periodistas, en las afueras de su casa luego de ser notificada del premio, la Sra. Lessing recordó que en los años 60 la Academia Sueca, le mandó “a uno de sus secuaces para decirme que yo no les gustaba y que nunca obtendría el Nobel”.martes, 23 de octubre de 2007
POR AÍDA MELLA
“Henry y June”
De
Anaïs Nin
“Henry y June”, es una novela basada en el “Diario” íntimo que Anaïs escribió casi, durante toda su vida. Abarca desde Octubre de 1931 a Octubre de 1932 y los diarios que la escritora tituló: “June”, “Los poseídos”, “Henry”, “Apoteosis y caída” y “Diario de una poseída”. El texto de esta novela se centra en la relación literaria en un comienzo, pero que rápidamente se transformaría en pasional, cuando conoce al escritor estadounidense Henry Miller y a su esposa June.
La narración comienza cuando en una conversación que mantiene Anaïs con su primo Eduardo se da cuenta que necesita crecer y vivir intensamente, a lo cual, no se puede resistir y que, aunque ama a su esposo, necesita vivir su pasión y gran sensualidad; para ello, no dudará, que en cuanto se le presente la oportunidad, la vivirá. Así, tiene una relación fugaz, con el ayudante del editor de su primer libro y luego, cuando conoce a Henry y a la esposa de éste, mantiene con ambos relaciones y es esta relación la que se desarrolla en el curso de la obra. Con Miller se siente, desde un comienzo, fuertemente atraída y piensa que podría mantener una relación, que llegará a ser extremadamente pasional y donde lo ayudará a él y a su esposa económicamente, como también se apoyarán literariamente criticando sus escritos saliendo ambos enriquecidos y talvez de ahí, que en esta novela de Nin, encontramos una fuerte influencia del lenguaje que Henry M. emplea en sus narraciones.
La novela está escrita en un lenguaje crudo, un tanto brutal en algunos pasajes, pero en un estilo sensual y lírico Es un texto erótico, pero no pornográfico. En donde Anaïs hace un retrato verdaderamente cabal, tanto físico como psicológico, de Miller y su esposa, además de mostrarnos a ella misma, como una persona extremadamente sensual e imaginativa. Una mujer con su eterno conflicto de encontrar la plenitud del amor y que mantiene relaciones con muchos hombres ( a los que da el nombre de Atlántidas) además, de la relación lésbica que tuvo con June, en su búsqueda del amor perfecto. No está demás decir, que esta mujer vivió todo tipo de relaciones durante su vida, hasta una relación incestuosa con su padre, cuando ambos se encontraron luego de varios años y que Anaïs retrató en su libro “Incesto” y en las páginas de su “Diario”.
Pienso, que la validez de esta novela está en la claridad y exactitud con que Anaïs Nin retrata a sus personajes y a sí misma, y que sean además, estos personajes reales y mantengan sus propios nombres y que los hechos narrados, ocurrieran en su propia existencia. Pues, todo lo que escribió esta novelista, fueron acontecimientos de su vida que fueron quedando plasmados en su “Diario” y que posteriormente, fueron publicados fragmentariamente. Pero creo, que nunca se podrá saber cuanto de verdad o imaginación hay en esta novela como en el resto de su obra literaria, pues un escritor siempre empleará ésta, en la elaboración de su obra. También, encuentro meritorio que se haya atrevido a tocar temas tabúes en la literatura hasta ese entonces y que no le haya importado el juicio de las personas, aun cuando, sí le importó, que su obra fuera publicada sin cortes, una vez que todos los personajes involucrados en ella, ya no existieran, especialmente su esposo.
“Henry y June”, como otros relatos o partes del “Diario” de Anaïs Nin, fue llevada al cine; en este caso, por el cineasta Philip Kaufman, pero en ella el final es diferente al de la novela , porque abarca algunos meses posteriores, cuando June se entera de la relación de Miller con Anaïs y se marcha.
miércoles, 17 de octubre de 2007
LA RÉPLICA DEL MALETÍN LITERARIO
César Adolfo Valdebenito
¿Cómo un escritor “escritor” puede pensar de forma corrupta, poco seria, llena de patetismo y mentirosa? La respuesta la dieron Alberto Fuguet y Álvaro Bisama en sus respectivas columnas del domingo de
Estoy seguro que los ideadores del Maletín son unas personas sencillas, hechizados por una idea fantástica que les era imposible llevar a cabo de una manera racional, pero por la que estaban entusiastamente dispuestos a sacrificarlo todo: la claridad, la buena voluntad, incluso su propia cordura. Ya que esa idea fantástica implicaba otras fuerzas, unas fuerzas en constante movimiento, la complicada red oculta de intereses extendida hasta el límite, la batalla constante para obtener ventajas, la subyugación que no cesa, la ironía, la bufonada, las colisiones y las colusiones entre facciones, la jerga taimada de la moralidad, el déspota benigno que es la convención, la conveniencia, la inestable ilusión de la inestabilidad. Y vuelvo a preguntar ¿se necesitan veinte escritores pagados para elegir esa mierda de maletín literario?
martes, 16 de octubre de 2007
I CHING
MARISOL MONTERO
El I Ching, conocido también, como Libro de las Mutaciones es probablemente el texto más antiguo que la humanidad haya conservado.
Por razones que no voy a comentar en este modesto artículo, esta maravilla llegó a mis manos hace ya, algunos años y hoy día quiero compartir importantes datos acerca de el. Tal como indicaba al comienzo de estas líneas, el I Ching es considerado probablemente el libro más antiguo del mundo y una de las manifestaciones más importantes de
¿QUÉ SE DICE DE PEDRO LEMEBEL?
MARTA TAPIA
Pedro Lemebel nació en 1955 en Santiago, es escritor y artista visual. En la década del 80, junto a Francisco Casas formaron el colectivo de arte "Las Yeguas del Apocalipis". Ha publicado: "Incontables"; "La esquina es mi corazón"; "Loco afán"; "Tengo miedo torero". Gran parte de su texto: "De perlas y cicatrices" fue leído como crónicas en la radio “Tierra” de Santiago.
Hay que precisar también que dos obras de Lemebel fueron llevadas al teatro: “Loco Afán” en el año 2000 y “De perlas y cicatrices” en el 2001. Ambas obras fueron saludadas tanto por el público como por la prensa.
Cronista de los márgenes, símbolo del activismo gay y la resistencia contra la dictadura pinochetista.
“No se puede hablar de la literatura chilena actual sin nombrar a Pedro Lemebel. Este escritor se ha convertido en pocos años en EL escritor por excelencia, haciendo descubrir al lector otro mundo, otro Chile. Ese Chile escondido o, mejor dicho, el Chile que nadie quiere ver. Un Chile que, justamente, Lemebel sabe pintarnos de color rosa. Por primera vez, se le otorga la palabra al homosexual, al roto, a la prostituta y al “gallo” de la esquina que nadie ve”. (El canillita Nº 59, 2002).
¿QUÉ NOS DICE LEMEBEL?
Convertirse en Escritor:
“Lo decidí cuando me pagaron la primer crónica que publiqué en la Revista Página Abierta, a fines de la dictadura. Para los pobres, esto de escribir no tiene que ver con la inspiración azul de la letra volada: más bien lo define e impulsa el estruje de la supervivencia. No creo en una forma natural de la expresión. No nací con una estrella en la frente, como dice Violeta Parra”.
Activismo:
“Para mí siempre hay una decisión política que detona la puesta en escena de mis irrupciones en el campo cultural. Es más, los géneros –escritura, visualidad, activismo- se contaminan de acuerdo a la pulsión de mis afectos y resentimientos. Por otro lado, lo preformativo de mi trayectoria político-cultural existió siempre, lo coliza (de “loca”, homosexual, en Chile) se me notaba desde el satélite. Siempre fui un cuerpo notorio en su deseante sexualidad transversal. Nunca salí del clóset, en mi casa humilde no había ni ropero. La palabra performance, cuyo significado desconocía, la entendí como un pasaje a Nueva York: a la larga el tiempo me dio la razón”.
Aceptación:
“La catedral literaria se yergue sobre las plumas del clóset; a mí me aceptan con una risa torcida, debe ser porque la crónica marica no compite con los géneros sacralizados por el cánon literario. Me toleran con una náusea educada, se refieren a mí como ese refinado escribidor de manos tan blancas.”
Luego de intentar una aproximación para conocer quién es Lemebel, descubro qué me seduce del escritor: su carácter y decisión para interpelarnos en cada oportunidad que se le presente. Sea a través de la expresión de sus ideas y experiencias de vida o, por medio de la denuncia que realiza en las entrevistas y, por supuesto, mediante su literatura controvertida y deslenguada. Lemebel utiliza todos los recursos a su alcance para transmitirnos su visión de mundo y particularmente su visión del mundo homosexual.
“LOCO AFÁN”
Su libro “Loco Afán” se compone de una serie de textos que hablan de cómo transcurre la vida de “las locas” como se refiere él a los trasvestis y gay que conforman un mundo surgido en la clandestinidad y en la marginación social, donde encuentran su espacio para vivir su opción homosexual y también para morir por el flagelo del Sida. “Las estrellas, pintadas en positivo y negativo, reafirmaban la poética del título de la acción «LO QUE EL SIDA SE LLEVÓ».” (La muerte de la Madonna).
Las historias que forman este libro, me impresionan por la crudeza con que se narran la miseria humana y el dolor de un grupo de seres humanos, marginados. Pero también, me deja perpleja el observar que no se victimiza a los protagonistas, al contrario, ellos manifiestan gran orgullo de ser homosexuales. Siento que de esta forma, se rompe un gran tabú al visibilizar esta realidad que nos permite conocer una parte escondida de nuestro país y humanizar a aquellos que, por años, hemos satanizado con el estigma del pecado, desconociendo así su calidad de personas y sus muchas virtudes.
“De aquí no me llevo nada, porque nunca tuve nada. Y hasta eso lo perdí.” (La noche de los visones).
Me llama la atención como, a través de los relatos, hechos en un vocabulario tan descarnado e insolente, pero a la vez marcado por el humor, rayando en el humor negro, Lemebel logra presentarnos una crítica incisiva y mordaz de la sociedad. “Ella se compró la epidemia en Nueva York, fue la primera que la trajo en exclusiva, la más auténtica, la recién estrenada moda gay para morir”. (La noche de los visones).
“La mortecina penumbra que apenas deja ver la miseria de trapos, cartones y rastrojos de fruta donde patina el taco aguja de la Regine. La loca da un tropezón medio borracha, medio mareada por el AZT que tanto cuesta conseguir. Y sin embargo llega de contrabando, o se consigue a mitad de precio con movidas brujas”. (La Regine de Aluminios El Mono).
Dentro de la crítica que realiza el autor, también logro observar como deja traslucir su mirada acerca de los hechos políticos que acontecieron durante la década de los setenta y ochenta y, cómo afectaron también a este grupo.
“Santiago se bamboleaba con los temblores de tierra y los vaivenes políticos que fracturaban la estabilidad de la joven Unidad Popular”. (La noche de los visones).
“La Chumilou murió el mismo día que llegó la democracia, el pobre cortejo se cruzó con las marchas que festejaban el triunfo del NO en la Alameda. Fue difícil atravesar esa multitud de jóvenes pintados, flameando las banderas del arco iris, gritando, cantando eufóricos, abrazando a las locas que acompañaban el funeral de la Chumí. Y por un momento se confundió duelo con alegría, tristeza y carnaval. Como si la muerte hiciera su camino y se bajara de la carroza a bailar un último pie de cueca. Como si aún se escuchara la voz moribunda en la Chumi, cuando supo el triunfo de la elección. Denle mis saludos a la democracia, dijo. Y parecía que la democracia en persona le devolvía el saludo, en los cientos de jóvenes descamisados que se encaramaron a la carroza, brincando sobre el techo, colgándose de las ventanas, sacando pintura spray y rayando todo el vehículo con grafitis que decían: Adiós Tirano. Hasta nunca Pinocho. Muerte al Chacal”.(La noche de los visones).
Por otra parte, no puedo dejar de hacer mención a la descripción impecable que logra de lugares, objetos, sensaciones y olores… “Todo un mundo de periódicos y papeles colorinches para tapar las grietas, para empapelar con guiños y besos Monroe las manchas de humedad, los dedos con sangre limpiados en la muralla, las marcas de ese rouge violento cubierto con retazos del jet set que rodeaba a la cantante.” (La Muerte de la Madonna).
“La última moda fúnebre que la adelgazó como ninguna dieta lo había conseguido. La dejó tan flaca y pálida como una modelo del Vogue, tan estirada y chic como un suspiro de orquídea. El sida le estrujó el cuerpo y murió tan apretada, tan fruncida, tan estilizada y bella en la economía aristócrata de su mezquina muerte”. (La noche de los visones).
“Del grupo que aparece en la foto, casi no quedan sobrevivientes. El amarillo pálido del papel es un sol desteñido como desahucio de las pieles que enfiestan el daguerrotipo. La suciedad de las moscas fue punteando de lunares las mejillas, como adelanto maquillado del sarcoma”.
Desde el punto de vista de los sentidos, “Loco Afán” despierta y gatilla en el lector todo tipo de emociones asociadas a la rabia, impotencia, vergüenza y pena de sentir y ver cómo somos parte de esta sociedad que castiga la diferencia hasta la anulación, y más aún cuando ésta se cubre con el velo de la pobreza.
“Así, el barrio pobre por una noche se soñó teatro chino y vereda tropical del set cinematográfico. Un Malibú de latas donde el universo de las divas se espejeaba en el cotidiano tercermundista. Calle de espejos rotos, donde el espejismo enmarcado por las estrellas del suelo, recogía la mascarada errante del puterío anal santiaguino”. (Nemesio Antúnez y Madonna).